
LO IMPORTANTE NO ES SI UNO HACE GRANDES COSAS PARA LOS OJOS DE LOS DEMÁS, LO IMPORTANTE, ES SENTIR QUE UNO HACE LA DIFERENCIA. LUCHEMOS EN LA COTIDIANEIDAD CONTRA NOSOTROS MISMOS Y REVOLUCIONEMOS NUESTRAS CÓMODAS ACTITUDES. CON UDS UN PRÓCER: SUPERCONDON
DAVID JIMENEZ desde Bangkok26 de marzo de 2009.- Cuando un tailandés acude a un 7Eleven o farmacia para comprar una caja de condones, si quiere que le entiendan tiene que decir algo así: "Deme unos Mechai". El ex ministro de Sanidad tailandés Mechai Viravaidya acepta con buen humor que el preservativo haya usurpado su nombre -¿o ha sido al revés?- porque sabe que sus compatriotas no tienen intención de ofender. Lo que ocurre es que no han olvidado a Supercondón, el improbable héroe local que surgió de la nada en los años 80 y salvó al país de lo que se presentaba como una epidemia de sida de proporciones africanas.El carismático político tailandés llevó a cabo la mayor, más efectiva y, por qué no decirlo, surrealista campaña a favor del preservativo que se haya visto jamás. Mechai descargó camiones llenos de condones en las principales avenidas de Bangkok, organizó concursos de soplo de condones entre las prostitutas de los distritos eróticos, le dijo a las mujeres tailandesas que en adelante su mejor amigo no eran los diamantes sino el látex ("puede salvar tu vida") y recorrió la ciudad vestido de Supercondón, ese héroe que en lugar de la S de Supermán luce en el pecho una C de condón.Y funcionó: el Banco Mundial, difícilmente un organismo promotor de la promiscuidad a pesar de los descuidos de algunos de sus directivos, calcula que la campaña de Mechai ha salvado siete millones de vidas desde los años 80. Naciones Unidas considera a Tailandia un ejemplo en la lucha contra el sida.Si Supercondón es el héroe en la batalla contra la enfermedad, cada vez más gente ve al Papa en el papel de villano. Y antes de que se indignen los legítimos defensores de la fe católica, aclarar que nadie discute el derecho del líder de la Iglesia a denigrar y maldecir el preservativo e incluso a prometer el infierno a sus usuarios. Pero lo que Benedicto XVI hizo durante su reciente viaje a África fue otra cosa: negar la probada eficacia del preservativo contra el sida.Al asegurar que el condón no sólo no reduce sino que "incrementa el problema" del riesgo de nuevas infecciones, el Papa trataba de convencer a millones de personas de que ponerse un preservativo no protege contra el sida. Su afirmación contradice todos los estudios científicos realizados sobre la enfermedad, los análisis de laboratorio que confirman que el látex protege contra el virus HIV y los datos estadísticos sobre el efecto que la introducción del preservativo ha tenido en los países donde se ha promovido su uso (Zimbabue redujo su tasa de contagios un 20% en dos años tras la distribución de preservativos entre la población).Negar la evidencia no fortalece la legítima posición de la Iglesia en contra del preservativo, sino que la debilita y vuelve el debate ético en su contra. ¿Es responsable que un líder religioso cuyas palabras son seguidas por millones de fieles niegue la existencia de un método de prevención contra una enfermedad mortal? La pregunta no sólo se la hacen ateos o defensores del preservativo, sino importantes miembros de la Iglesia como Javier Lozano Barragán, cardenal mexicano y presidente del Consejo Pontificio para la Salud: "Es doctrina tradicional de la Iglesia, que nunca ha cambiado, que para defender la propia vida inocente se puede llegar incluso a matar al agresor. Si el agresor tiene el virus Ébola, gripe o sida y me quiere matar, yo me tengo que defender. Si me quiere matar con el sida, me tengo que defender del sida. ¿Cómo me defiendo? (...) ¿Con un preservativo? Si es eficaz para defenderme, sí, en este caso de injusta agresión".La declaración papal cayó como un jarro de agua fría no sólo entre los médicos y ONG que trabajan en África. Muchos de los misioneros católicos que viven el drama del sida sobre el terreno, cuyo compromiso vital con las comunidades en las que trabajan es incuestionable, llevan años ignorando la doctrina de la Iglesia con respecto al preservativo. La razón es que mientras los cardenales y el Papa viven aislados de la realidad africana en el Vaticano, ellos se enfrentan al impacto diario de una enfermedad que en algunos países ha reducido la esperanza de vida a poco más de 40 años. ¿Cómo negar la opción del preservativo a una mujer cuyo marido podría infectarla en cualquier momento? Ni siquiera Mechai, con toda su retórica liberal, niega que las relaciones sexuales con una única pareja sana sean un método más infalible contra el sida. La abstinencia, más aún. Nunca se le ocurriría defender su posición favorable al preservativo yendo a los congresos internacionales asegurando que "mantenerse virgen no sólo no evita el sida, sino que hace más probable el contagio".Los africanos que no pueden o no quieren acogerse a la sexualidad que predica la Iglesia tienen una contrastada opción que puede protegerles y salvar vidas. Bastaría con que el Papa no negara esa realidad para que Supercondón no tuviera que ponerse de nuevo el traje y recordar que sus poderes en la prevención contra el sida han sido contrastados. El Papa todavía tiene que mostrar los suyos.
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